domingo, 8 de marzo de 2009

Efectos emocionales del masaje

En occidente los masajes de corte oriental están ganando adeptos, uno de los motivos es que estos tratamientos buscan tratar a la persona tanto en el terreno físico como en el emocional. Entre ellos destacan el masaje tailandés, el masaje tibetano, el masaje japonés o shiatsu y el masaje chino o tui-na, en los cuales se realizan presiones manuales en los puntos de acupuntura para canalizar el flujo del Qi, o energía vital, a través de los meridianos.
El masaje emocional abhyangam viene de la filosofía ayurvédica, de la tradición hindú, su propósito es aliviar los efectos de la carga de emociones que están contenidas en los órganos de nuestro cuerpo, manejando los estados físico, electromagnético y emocional. En la cultura asiática se conocen desde milenios como una forma de vida, para compaginar el cansancio y dar vitalidad al cuerpo físico, pero sobre todo buscar ese momento de paz espiritual y combatir los momentos de estrés, que tanto necesitamos. Se masajean músculo, órganos internos (hígado, bazo, esófago, estómago, riñones) y se expulsan emociones como coraje, rencor, enojo, frustración e inseguridad, para lograr un estado de alivio completo.
También en occidente, en la década de los 60, se desarrolla el masaje gestáltico, cuyo objetivo principal es el incremento de la conciencia corporal a través del contacto consciente, respiración y presencia. Debido a esta forma de trabajo se pueden dar situaciones emocionales como angustia, alegría, tristeza, llantos que necesitarán de un profesional cualificado para sostener y acompañar a la persona. Este masaje está especialmente indicado en periodos difíciles de ruptura o duelo, para luchar contra el estrés, la fatiga y diversas somatizaciones o estados depresivos. Ayuda también a quienes sufrieron de falta de contacto y afecto maternal (consciente o no), reduciendo las secuelas de esta falta emocional. Es una herramienta preciosa para los profesionales de la salud y grupos de ayuda (Terapeutas corporales, Psicólogos, Psicoterapeutas, etc.). Es un probado y eficaz ayudante en psicoterapia, sexología, recuperación neurológica y en todos aquellos procesos en los que el contacto y la conciencia corporal sean importantes.
Cada vez hay más personas que utilizan el masaje terapéutico como tratamiento de medicina complementaria y alternativa para reducir el estrés, prevenir o minimizar los efectos secundarios y los síntomas, para apoyar la salud y lograr la curación. La medicina complementaria y alternativa incluye una serie de filosofías, enfoques y terapias de curación que adoptan un punto de vista holístico de la atención: el tratamiento de la mente, el cuerpo y el espíritu.
La mayoría de las personas que acuden con regularidad a terapia de masaje saben del beneficio físico que representa el que el cuerpo esté acondicionado para nuestras diferentes tareas y responsabilidades. Sin embargo, el masaje también tiene efectos positivos sobre las emociones, que parecen aflorar como resultado del masaje.
Durante el masaje surge una comunicación mediante el tacto, que transciende el aspecto físico del masaje y pasa a ser una línea abierta de comunicación entre el masajista y el cliente-paciente. Las emociones afloran porque nuestro cuerpo está conectado directamente con la mente y con nuestro sistema de energía. Cada vez que nuestro cuerpo da rienda suelta a emociones marcamos un grado más de progreso en nuestro crecimiento personal y espiritual, porque una vez confrontados con las emociones, éstas tocan una gama de sensaciones en nosotros, que pueden llevarnos desde la risa hasta las lágrimas, en una especie de catarsis. El masaje libera emociones, cosa que puede suceder durante la sesión de masaje o a continuación de la sesión o en días subsiguientes.
Nuestro espíritu, que ha sido forjado por años de educación en el hogar y en el sistema educativo, se enfrenta a la evolución de nuestra personalidad, forma de manejar los sentimientos y situaciones, y manera de abordar las emociones de día en día. El tiempo que pasamos en la mesa de masaje nos da la oportunidad que la rutina suele robarnos, de sintonizar con nuestras emociones, de meditar sobre nuestro pasado, presente y futuro. Así, procesamos imágenes, sentimientos y las presiones de la vida cotidiana relacionadas con familia y con trabajo entre otros. El período de masaje nos da la oportunidad de conectar con nuestro yo interno. El masaje libera emociones que callamos y ocultamos al mundo externo a menudo de manera inconsciente y hasta por espacio de años.
Aunque puede haber diversos enfoques en cuanto a cómo procesar los sentimientos que yacían muy dentro de nosotros y que ahora llegan a la superficie transportados a través de los tejidos blandos del cuerpo, no hay una única manera de procesarlos. Cada persona los canalizará de manera distinta en momentos distintos.
El masajista no debe forzar la manifestación de las emociones durante el masaje ni después. Su papel es el de instrumento para que salgan los sentimientos y recuerdos a la superficie. En una situación en la que el cliente-paciente manifieste emociones profundas, el masajista no debe intervenir directamente. Su posición debe ser la de espectador, dejando al paciente evolucionar por sí solo para alcanzar el crecimiento espiritual que se puede lograr del análisis y aceptación de las emociones que afloran durante o como resultado de la terapia de masaje. Generalmente, el masajista limitará su participación activa a repetir lo que el cliente-paciente le comunica, siguiendo la línea de pensamiento del cliente, pero sin incluir opiniones personales. Se trata de ayudar al cliente-paciente a dar rienda suelta al proceso que le llevará a soltar el lastre emocional que le mantiene atado emocionalmente al pasado, por ejemplo.
Otro aspecto notable de la manera en que manejamos sentimientos y emociones es la cultura en la que crecimos. Nuestra cultura, latina y extrovertida no nos educa para manejar las emociones, si no más bien para expresarlas. El enfoque al procesar los sentimientos debe tener como propósito la superación de situaciones y sentimientos, no el cambio radical. Se trata de aprender a aceptar la realidad y auto aceptarse, esto como resultado espiritual del proceso de masaje. El tiempo de meditación y fusión consigo mismo que tiene el cliente-paciente mientras disfruta del masaje le sirve para escudriñar áreas de sus recuerdos, que muchas veces han permanecido ocultas y olvidadas intencionalmente.
La terapia de masajes, la relajación y la meditación que ahora se les llama tratamientos complementarios, se les conocía en el pasado como atención de apoyo. Ayudan a aliviar ciertos síntomas del cáncer, así como algunos efectos secundarios de la terapia contra la enfermedad; asimismo, aumentan la sensación de bienestar en el paciente. Algunos estudios, en especial el documento “Terapia de masaje” de la Sociedad Americana del Cáncer, sugieren que el masaje puede reducir los niveles de estrés, ansiedad, depresión y dolor, así como ayudar a estar despejado y alerta.
Durante el proceso de terapia de masaje los tejidos se limpian, mejora la función de nuestro organismo, la postura del cuerpo en general y su alineamiento. Es una labor ardua la de romper con los esquemas en los que nos educamos y las expectativas de lo que debe ser nuestra imagen física. El proceso de aceptarnos tal y como somos física y emocionalmente es complicado y largo. Aceptar nuestras virtudes y defectos, trabajar con los recuerdos que puedan ponerse de manifiesto a continuación del masaje conlleva tiempo y dedicación personal, así como el deseo profundo de aceptarnos y superarnos como personas.
La relación de confianza entre el terapeuta de masaje, y su compromiso con el cliente-paciente serán factores determinantes de la comunicación que exista entre ambos. Sin embargo, aun para aquellos que visitan por primera vez a un terapeuta de masaje, la experiencia suele ser enriquecedora. Esos momentos de solaz y calma dentro de la agitada rutina diaria proporcionan renovación y bienestar tanto físicos como espirituales.
Conviene recordar que los efectos del masaje pueden provocar respuestas físicas y emocionales muy complejas por lo que es muy aconsejable requerir el consentimiento informado del paciente.