lunes, 6 de octubre de 2008

La práctica del tantra

El tantra no es una filosofía, tampoco es una religión, posiblemente sólo sea una práctica. El tantra empieza en uno mismo, uno tiene que aprender a hacerse el amor a si mismo, estimulando su propia energía kundanlini, dejando que el espacio entre un pensamiento y el siguiente sea cada vez más y más prolongado. Se trata de fluir con la energía sexual y conducirla hasta picos inexplicables de gozo, donde el orgasmo nunca es una finalidad, el gozo tampoco, lo verdaderamente importante es la expansión del espíritu mediante la elevación de la energía estimulada por el placer. El hombre ha de procurar no dejar escapar su esencia blanca. Los hombres tenemos demasiada arraigada la creencia de que el orgasmo y la eyaculación son una misma cosa. Con esa concepción cultural hacemos que el acto sexual se convierta en una carrera cuya meta es la eyaculación. Desafortunadamente, tras la línea de meta solo hay un sentimiento de derrota ya que llegamos a ella exhaustos y, tras unos breves segundos de placer, nos sumergimos en un estado de sopor y vacío. Por el contrario, si somos capaces de experimentar el orgasmo sin dejar escapar nuestra esencia blanca, podemos acercarnos a ese umbral de gozo en más de una ocasión durante el acto sexual y, cuando terminamos, un torrente de energía corre por nuestras venas revitalizándonos y rejuveneciendo todas nuestras células.

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